Ella arrugó la nariz. ¡Qué hijo de puta tan encantador! Lo había encontrado vagando, despojado de todo convencionalismo de la carne, hilos ambarinos describiendo elipsis de lujuria desdeñada. Todo un maniático, con una manera alienígena de metamorfosear sus contornos faciales, apestando a emanaciones acres y amarillentas, su boca agrandándose como si estuviera a punto de escupir alguna repugnante verdad sobre el andén fifí rebosante de hedonista sedición. Grasa rezumando como de entre los dedos, uñas derritiéndose y el cadáver de un ave crujiendo bajo sus mandíbulas desdentadas, una rebanada de abdomen asomándose traviesa, escapando el envuelto que hacía el chaleco de vinilo rojo y la tanga de elefante.
- Tiene que haber algo mejor que esto – masculló con un eructo mojado, con bouquet a ajo.
Mojada en el placer, la mujer tomó frenéticas fotos, perdiendo el control en su morbosidad. Con la mano empolvada, el hombre inhaló con increíble garbo el polvo a canela leve, jadeando con desesperación primordial por los aromas de estímulos olvidados apoderándose de sus células, bombeando "da shit" que hace de la existencia un festivo y hormonal infierno.
Pungente y moteada, la bestia se levantó de entre el grasoso atuendo con mullidos pasos y ronroneo entrometido, chasqueando el aire, plumas y pico sangriento cayendo fuera de foco, sobre el piso, por debajo de escena. –
-Metamorfosis terminada - zumbó el transmisor rojo dentro de ella. Una cicatriz en su cráneo parecía recordar el autógrafo de un bullicioso diablillo que anuncia el descenso al magma y mordisquea huesos con sabor a sulfuro. En verdad había sido completado y la nave abandonó Tierra dejando tras de sí una fétida estela, su rostro contorsionado por la evasión de la memoria de ser humana.
Pero de alguna manera, ese último fotograma de de sí misma arrugando la nariz, el movimiento del cartílago suspendido en el aire como una partícula asesina, ahora cruzada por la inconcebible noción de alegorías despedazadas y declaraciones de amor sin tiempo. Mareas solares lamiendo, arremetiendo briosas, cinturones de meteoritos girando como ojos borrachos, cuerpos celestiales refregándose, poseídos por la codicia de viajes astrales más allá de la represión de la moral.
Cuando la bestia regresó, sólo sus miembros eran otra vez aquellos de un humano y en sus ojos perseveraba una inocencia pútrida, la mismísima que coloreaba su delirante voz mientras declaraba haber visto la canica azul al borde del universo líquido. La audiencia explotó en carcajadas y los reflectores parpadearon con renovado ímpetu. Huevos y tomates volaron a través como estrellas fugaces. El más gruñón de los espectadores se limitó a proferir su desprecio por la bestia. Fuera del circo, un oxidado cartel crujía con el viento helado. La última atracción, un hooligan americano genéticamente modificado, ya dopado y enjaulado para una centelleante presentación en la Feria de Alfa Centauri sería despachado para su procesamiento como perro caliente después del show principal.
4 pececillos en la red:
¿Tú escribiste esto?
En el momento en que mi mano se deslizaba sobre el papel, creía que alguien me lo dictaba. ¿Sería un ser de la cuarta dimensión? :P Pero sí, en nuestra tercera dimension fue mi cuerpo el que canalizó esta narración. Saludos.
Realmente me gusta lo que hace quien motive tu mano con el papel. Hay mucho más que palabras. Algo que no alcanzo a comprender y que me atraviesa alguna parte de las entrañas.
Eres bienvenida :)
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